Esta
película es un monumento al flashback y, como todo monumento, es una clase de
cómo usarlo. El hilo conductor es el testimonio de uno de los personajes que ya
es introducido como intocable antes de ser interrogado en la policía. Mientras
habla vemos reconstrucciones de lo que se imagina su interlocutor a partir del
relato. Y el punto es, que todo lo que tiene el detective son conjeturas.
Brillante.
Bryan Singer, su director, construye este thriller de una manera brillante y, a partir de allí, su carrera siempre ha sido más imponente con grandes elencos, manejando historias que no llegan a ser corales pero que tienen muchos participantes. ¿Ya mencioné que esta fue su primera película para cine? Con este debut ya debe haber frustrado a muchos.
Es
un thriller de escenarios muy oscuros, con una presentación de personajes
novedosa (por ser en una ronda de reconocimiento) y la ironía de introducir la
idea de que la misma policía es la que permite que este tipo de gente se reúna,
de la misma forma que Scream nos mete en la cabeza que es posible que de tanto
ver películas a algunos se le mezclen los patos en la fila.
Así
es como se forma este extraño grupo compuesto por tres locos (en el sentido de que son muy arriesgados), un hombre que
intenta regenerarse pero no se lo permiten y un minusválido. El robo que están planeando no solo implica librarse de la persecución de Kayzer Zose, hombre que maneja la mafia y a quien han perjudicado varias veces con robos menores, sino la posibilidad de Verbal de poder ser respetado como estafador y ladrón y tal vez la última de Dean Keaton (Gabriel Byrne) de sentirse útil.
Una
de las frases más famosas de la película es “el mejor truco del diablo es hacer
creer que no existe”. Si Keyser Zose existe o no, no lo sabemos, pero ha logrado
dejar una marca enorme en nosotros. Sin lugar a dudas, uno de los mejores
finales sorpresa que recuerdo y en el que todo, todo, cierra perfecto.
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