El cine es un espacio de identificación, de educación, de industria y de arte. Y todo eso, está dentro de este blog.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mar adentro, de Alejandro Amenábar


Ésta es la historia real de un marino que fue traicionado por la marea. Pero también es la historia de un hombre limitado por su cuerpo y con un fuerte espíritu que lo ayudó a aceptar su destino durante 25 años. O tal vez sólo es la historia de alguien que, como eligió cómo vivir, también tiene derecho a elegir cómo morir.

El caso de Ramón Sampedro siempre pone en la mesa nuevamente el tema de la eutanasia. No era un hombre depresivo, ni alguien que no apreciaba la vida, pero hay existencias que con el tiempo se convierten en lastimeras y eso era algo que Ramón no se podía perdonar.

En esta adaptación de la vida real a la pantalla grande, al personaje de Rosa le cambiaron el nombre (si no uno sabe desde el inicio cuál es su rol) y el personaje de Julia fue en realidad una combinación de las muchas mujeres que se sintieron atraídas hacia Ramón. Porque por más que el cuerpo no sea el de antes, hay todo un mar de sentimientos, pensamientos y esencias adentro.


Lo más rico en cuanto a estética visual es que los espacios no son claustrofóbicos ni deprimentes, el personaje quiere morir después de 25 años en cama pero eso no hizo que durante su existencia no haya amado profundamente a la vida y a quienes han sabido amarlo de la misma manera. No es una mirada pomposa, es gente humilde sobrellevando con esa misma humildad a su propia existencia.

El nombre del film proviene de un poema que escribió Ramón Sampedro en la que plantea a la muerte como un sueño y como una liberación para alguien que se siente atrapado. Pero no todo es tristeza y la gente se reunía alrededor de él porque era una buena energía. Con gran sentido del humor y comentarios irónicos, los personajes encuentran consuelo en él y lo que para él a veces eran limosnas, para el resto era retenerlo un poco más.


La muerte aparece como tópico pero también la vida. No hay que olvidarse que dos personas se enamoran después de conocerse al borde de su cama y que juntos tuvieron un bebé. El amor se festejaba a cada momento y es este mismo amor el que los hace movilizarse para concederle a Ramón su derecho de morir.

El rol ficticio de la abogada le da un nuevo sentido y cumple el rol de espejo ya que ella también tiene una enfermedad degenerativa y hace una especie de pacto con él que no puede cumplir. Presenta las dos caras de la moneda y cómo la decisión de abandonar la vida resulta terrible, por lo que es lógico que se encuentren en la disyuntiva muchas veces hasta elegir.

La película cuenta con un plano largo (no llega a ser secuencia) fantástico, de los mejores que escuché con un Aria de Ópera de fondo. Y la voz inmortal de Lucciano Pavarotti lo eleva hasta la playa para que por un segundo su alma pueda darle todo lo que su cuerpo ya no puede. Como único momento grandilocuente de la película y es manejado con un enorme humanismo por su director. 

La dirección de arte y el elenco son para remarcar con un enorme Bardem y una perfecta, siempre vulnerable y al mismo tiempo terca Belén Rueda. Una joyita que deja un sabor agridulce.

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