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domingo, 12 de junio de 2011

El Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos, de Michel Gondry



Nadie puede dudar de la capacidad de Gondry de encuadrar y filmar, pero sobre todo lo que lo hace el indicado para abordar este guión es su sensibilidad para poder llevar adelante esta tierna historia de una pareja que llegó a su fin. Joel recibe un día una carta en la que le explican que Clementine, su ex, ha borrado todos los recuerdos de él y de su relación con lo cual que si la ve por la calle y ella no lo saluda, que no la moleste.

Él, quien aún está dolido por la ruptura, acudirá a esa clínica para ver cómo es el proceso para encontrarse con una suerte de "Hotel de los corazones rotos", donde todos tienen una historia de desamor y todos han tenido que vivir con el olvido y el recuerdo. 


De lo más interesante de la historia es que todo tiempo y orden es medianamente subjetivo, porque la memoria lo es. Todos recordamos selectiva y afectivamente de manera que el relato va cambiando a medida que nos adentramos en la mente del personaje. Tanto es así que primero se borran los recuerdos más recientes y luego los más viejos y, si pensamos en una ruptura, claramente los últimos no son los mejores momentos. Pero, ¿Podemos no enamorarnos de lo que una vez nos enamoró? ¿El amor muere si sabemos su desenlace? ¿El destino dice cómo termina la historia?


La película combina la fragilidad de Jim Carrey en la piel de Joel y de la pasión de Clementine. Con una sólida batería de secundarios que terminan de hacer de este film una joyita para terminar una caja de chocolates acurrucados en el sillón. 

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