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domingo, 12 de junio de 2011

La guerra de las galaxias, de George Lucas



Hay pocas cosas que se pueden decir de esta saga que ya no se hayan dicho. Sí, es cierto que Lucas no es el mejor director y que la mitad del casting tiene más similitud con troncos que con cualquier otra cosa, pero la historia que estaba en su cabeza y que disparó su imaginación es transmitida en toda su complejidad de forma tan apasionante que el espectador lo perdona porque al final del día uno quiere ser o jedi o Lord Sith.


“En una galaxia muy, muy lejana, hace mucho tiempo” aparece en letras celestes para dejar paso a unas letras amarillas que van viajando en el espacio y nos pone en situación. Uno de repente se sumerge en la lucha contra un régimen dispuesto a aplastar a todo dejo de libertad y entra a un mundo completamente desconocido, donde las estrellas son el escenario cotidiano y las naves disparan rayos láser. Así, el espectador conoce a un chico que puede traer equilibrio a La Fuerza (que muchos interpretan casi como una religión), que es lo que mueve al mundo, y donde el Imperio pretende matar toda idea de Rebelión o de órdenes justos.


Lo que siempre vimos a escudo y espada, se bate entre grandes caballeros que tienen la capacidad y el entrenamiento de utilizar La Fuerza a su favor, siempre para proteger al mundo y son sus espadas lásers las que cortan limpiamente las cabezas de sus enemigos. Ésta orden, casi extinta para la segunda trilogía, está compuesta por hombres y mujeres que son cuasi monjes, cuya dedicación a la seguridad y estabilidad del mundo es absoluta por lo cual es impensable que se distraigan como para tener una vida personal. Además, poseen un contacto tan estrecho con la naturaleza y aquello que mueve las cosas que nunca creen haber completado su entrenamiento y tienen la humildad para aprender, controlarse y confiar en que la paz se reestablecerá.


En la otra esquina del ring tenemos a los Sith, en cuyas formaciones no hay más que dos: el maestro y el aprendiz que se dejan llevar por el odio y el dolor del “lado oscuro de La Fuerza” y así manejan a hombres y mujeres que les temen y les creen, mientras destruyen el orden de la Galaxia, su Parlamento y someten a los reinos y planetas a responder a su tiranía. Muchas veces, este odio consume también su forma externa, no sólo por llevarlos a situaciones límites, sino porque a medida que van sobreviviendo, la pasión y la pulsión de odio, los quema por dentro.


El niño Skywalker crece lejos de su padre, sin que éste sepa de su supervivencia ni él sepa que está vivo, las experiencias lo cambian y el Lado Oscuro agazapado lo espera. Cuando las cartas están sobre la mesa y todo parece perdido siempre hay “una nueva esperanza” de que llegue “El retorno del jedi”.


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