El cine es un espacio de identificación, de educación, de industria y de arte. Y todo eso, está dentro de este blog.

domingo, 10 de julio de 2011

Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornattore



Varias veces me preguntaron por qué me gusta tanto el cine. Básicamente, el cine es arte, es entretenimiento y es una válvula de escape para todo lo cotidiano y aburrido que vemos todos los días. Amo las películas por la misma razón por la que amo los libros: porque la historia que me cuentan me lleva muy lejos, a ser diferentes personas y conocer diferentes lugares. Amo poder saber que no importa lo que pase, cuando yo los quiera volver a ver no tengo más que buscarlos en una repisa o volver a poner “Play”.

Cuando alguien que siente esto por la literatura se sienta con un libro entre las manos que habla sobre libros, sobre lo que uno experimenta con la primera novela que le roba el corazón, con la primera vez que siente el aroma del libro viejo, se sabe comprendido por alguien en el mundo. Con esta película pasa algo muy similar con el amante del cine. Se puede ver cómo funcionaba la sala de proyección, lo que el taca taca del celuloide corriendo puede hacer para que palpite así de rápido el corazón. Esta película me transporta a lugares mágicos y tiernos, a esa niña que a lo mejor no fui, pero que gracias Totó puedo llegar a conocer.


Manchada con un dejo de nostalgia, del amigo perdido, del maestro de vida que se nos fue, Salvatore nos cuenta cómo funcionaba la sala del pueblo y cómo éste, al igual que nosotros, se ha enamorado del séptimo arte. También para él el cine es una forma de irse lejos, de no pensar en que su padre está en la guerra y que puede no volver, una forma de crecer en ese pueblo en el que los chicos tratan de sobrevivir a tanto dolor. En Sicilia está su cuerpo, pero su mente y su alma han logrado estar muy lejos. 

A partir de él veremos cómo se va construyendo su relación con el proyeccionista del pueblo, el que tiene la llave de los sueños y tiene que soportar la censura del cura local, el que hace proyecciones en la sala y el que termina siendo víctima de la inflamable película que sella su destino. Así es como se presenta el mandato de irse sin mirar atrás, que una sola llamada puede perfectamente borrar. 

Además de citar películas ya que aparecen todo tipo de fragmentos, la idea es que Salvatore se reconcilie con su pasado, con sus raíces, al volver por la pérdida de la figura más influyente de su vida.


Con una música como sólo Ennio podía componer, es un viaje al centro del alma, al momento en el que uno pone en la balanza pasado y presente para dibujar el futuro.

En una forma cuasi inocente y con los besos más íntimos, logran resumir las enseñanzas en el lenguaje que se comprende sólo mediante el celuloide, comprueba lo que todos los que amamos el cine sabemos hace tiempo: todo lo más lindo de la vida, lo experimentamos por primera vez en una sala de cine.

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