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martes, 16 de agosto de 2011

El Ciudadano Kane, de Orson Welles


Considero que hay tres tipos de películas: las buenas, las malas y las intocables. Las de esta última categoría son las típicas que no pueden faltar en una clase de historia del cine y que uno no tiene derecho a criticarla a menos que sea un arrogante o un as del cine moderno. De alguna manera, las facultades para cuestionarla también se ven afectadas y es que uno se siente frente a una pieza de museo. 

Hablar de este tipo de películas siempre me hace pensar treinta veces antes de escribir y si es tanto suplicio, se preguntarán, ¿Para qué escribo sobre ellas? Bueno, a diferencia del ojo entrenado y de la cantidad de estudios realizados sobre la pieza, la verdad es que es uno de los mejores films que he visto en mi vida.


Empezando el relato desde el lecho de muerte de un hombre que se sabe por un lado que ha sido poderoso y por otro que ha sido un solitario, la palabra “Rosebud” resuena en una casa monumental que está vacía, desolada. Así conocemos al Ciudadano Kane, un hombre que siendo un niño fue separado de sus padres en busca de la fama y el dinero y ha sabido construir un imperio de los medios. Pero lo mejor de todo es que a medida que avanza el relato, lo único que conocemos es la intención del periodista de tener una mejor idea de quién era este hombre, pero ni él ni nosotros los espectadores lo conocemos. Lo que conocemos son los que los demás cuentan de él y, así, es como el personaje se transforma en una suerte de mito. 

Está presente la polémica del peso del cuarto poder y de cuánto puede comprarse con dinero.
Welles interpreta a este Kane que está envenenado de sí mismo y que ama a una mujer que ha comprado. Ha comprado su carrera, sus joyas, sus ropas y la ha encerrado en esa mansión enorme llena de animales con él. 


El personaje está inspirado en el magnate de Chicago, Hearst, dueño de más de 28 diarios de circulación nacional y revistas que hasta el día de hoy siguen existiendo como Harper’s Bazar y Cosmopolitan. Como el personaje, ha intervenido activamente en el conflicto de Estados Unidos con Cuba y se ha postulado como Alcalde. Pero eso es todo: muchos de los elementos que se ven son más del propio Welles que de alguien más y así es como se transforma una biopic frente a nosotros en una falsa biopic.

Este film es famoso por los cambios que ha introducido. Por un lado, tiene una idea del encuadre que no necesariamente implica el centro del cuadro. Por otro, ha hecho tomas tan particulares que toda la escenografía ha tenido que cambiar a partir de ésta peli ya que hubo que completar techos, hacer estructuras más complejas y la cámara realmente tenía participación en el relato como un personaje más.

La profundidad de cuadro es otro de los aspectos a analizar de este film, ya que podemos ver con excesiva nitidez a todo lo que la cámara muestra. De esta manera se denota una exigencia a la obra y de su autor.

Entre mis cosas favoritas está el ritmo visual, la utilización de imágenes superpuestas, de planos híper expresivos y cómo se construye al personaje desde lo visual: siempre inmenso, enfocado desde el piso casi para que sea enorme frente a nosotros y enorme su caída.
Palabras de elogio sobran… simplemente tienen que verla.

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